Sep 22 2018

El destete y la quita de pañales: Dos momentos de pérdida

El psicoanálisis ha realizado importantes aportes en lo que respecta al destete y al control de esfínteres. Cabe mencionar la gran contribución llevada a cabo por la psicoanalista Françoise Dolto, quien describe el desarrollo del niño como una serie de castraciones, entre las que destaca: La castración umbilical ubicada en el nacimiento, la castración oral que abarca el destete y la castración anal que se relaciona con el momento de la marcha y el abandono del pañal.

Cada una de estas castraciones conduce al niño a abandonar un mundo para abrirse a otro nuevo. Estas funcionan como una especie de prueba que le permiten al niño crecer y humanizarse. En el pasaje de esta serie de castraciones el niño debe contar con la ayuda de los padres para poder atravesarlas con éxito.

Para esta autora la lactancia o el biberón no representan tan sólo la satisfacción de una necesidad alimenticia, ya que se trata de un contacto corporal y de comunicación, el bebé es también un ser de deseos. Por ello, dicha autora refiere: “hay que castrar la lengua del pezón para que el niño pueda hablar”. (Dolto, 1992).

Renunciando al pecho y a la leche, el bebé vuelve a renunciar a un estado de fusión con su madre. Al distanciarse y liberar la boca, adquiere la posibilidad de hablar. Es imprescindible en esta época que la madre aporte al niño una inmersión en el lenguaje.
En lo que respecta al retiro del pañal, Dolto plantea que los pañales se deben quitar cuando el niño ha adquirido el control muscular necesario y no a una edad preestablecida. Este momento guarda relación con el andar del niño, cuando éste se aleja de su madre para descubrir el espacio.

Otro de los psicoanalistas que ha contribuido a la explicación del control de esfínteres es Freud, quien plantea que las heces y la orina son consideradas por el niño como regalos, que éste hace a la persona amada. En relación a esto Freud en su obra “Sobre las transposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal”, sostiene: “La caca es el primer regalo, una parte de su cuerpo de la que el lactante se separa a instancias de la persona amada y con la que le testimonia también su ternura sin que se lo pida, pues en general no empuerca a personas ajenas. (Con la orina se producen reacciones parecidas, aunque no tan intensas). En torno de la defecación se presenta para el niño una primera decisión entre la actitud narcisista y la de amor de objeto. O bien entrega obediente la caca, la sacrifica al amor, o la retiene para la satisfacción autoerótica, o más tarde, para afirmar su propia voluntad”. (Freud, 1917).

Melanie Klein plantea que durante los primeros meses, una parte esencial de la vida emocional del bebé está determinada por la lactancia. Sea cual fuere la calidad de los cuidados, ella se caracteriza por la sucesión y repetición de experiencias de pérdida y reencuentro. Así nace en el niño el sentimiento que existe un objeto bueno (pecho, madre) que gratifica y es amado, y un objeto malo, perseguidor, que frustra y es odiado. Paralelamente a estas experiencias que implican factores externos, los procesos intrapsíquicos, sobre todo la proyección y la introyección contribuyen a reforzar el clivaje del objeto primitivo: El bebé proyecta sus mociones amorosas y las atribuye al pecho gratificador “bueno”, así como proyecta al exterior sus mociones destructivas y las atribuye al pecho frustrante “malo”. Al mismo tiempo, por introyección, se constituyen en su interior un pecho bueno y un pecho malo. Lo que se denomina pecho bueno se convierte en el prototipo de lo que a lo largo de la vida será beneficioso y bueno, mientras que el pecho malo representa todo lo malo y persecutorio. (Klein, 1943)

Este clivaje es un mecanismo de defensa que busca mantener lo terrorífico separado del objeto amado y protector, posibilitando así al yo una relativa seguridad, es la condición previa a la instauración de un objeto bueno interno, a la cual llegará el yo una vez definida su posición.


Ago 21 2018

Los desafíos de la educación con los niños de hoy

Entre las problemáticas con las cuales se enfrentan padres y maestros al momento de educar a un niño se destacan: La puesta de límites, la agresividad en los niños, la importancia del destete y el control de esfínteres. Estos puntos son de suma importancia, ya que preocupan tanto a padres como a docentes, y se visualizan en ambos ámbitos complejizando la tarea de educar al niño.

Para comprender el valor de estas temáticas se hace imprescindible examinar la época postmoderna en la cual estamos inmersos, la cual se caracteriza por la fragilización subjetiva y vincular, el empobrecimiento y la ruptura de los vínculos y redes, la modificación de los valores y la caída de los ideales, a lo que se agregan las crisis de las instituciones, entre ellas la familia, la educación y la salud. Teniendo en cuenta que estas conforman los pilares fundamentales de la sociedad, al estar en crisis, han perdido su solidez y se han tornado estructuras frágiles.

La endeblez que se establece como consecuencia de la crisis institucional, conlleva la aparición de problemáticas que afectan el ámbito familiar, educativo y sanitario generándose así reacciones en espiral que repercuten en todos los estamentos de la vida del sujeto.

Con respecto a la familia y a la educación se han materializado ciertas conductas que son consecuencia directa de lo antes mencionado y que atañen a la crianza y educación de los niños.

Interrogantes actuales acerca de la crianza de un niño

El interrogante tanto de padres como docentes es: ¿Cuál es la manera más eficaz de poner en práctica la tarea educativa? Lo cual nos lleva a repensar acerca de: ¿Qué tipo de lazos establece el niño en el núcleo familiar y en el ámbito escolar?, ¿Qué influencia producen en el niño los padres y docentes como modelos identificatorios? ¿Qué es un límite?, ¿Cómo lograr poner límites con amor?, ¿Por qué hay niños con problemas de conducta?, ¿Cuál es su causa?, ¿Por qué existen niños agresivos?, ¿Cómo lograr el control de esfínteres?, ¿Qué dificultades se presentan en el establecimiento del control de esfínteres?, ¿Cuándo es oportuno que ocurra el destete?, entre otros.

Esta labor, al estar asistida por un profesional psicólogo, permitirá ahondar en el problema, teniendo como finalidad el establecimiento de una orientación que posibilite la apertura a un cambio subjetivo en ellos, en el niño y en el seno familiar en sí.


Jul 21 2018

La problemática de la agresividad en la niñez

Al hablar de límites no se puede eludir tratar la temática de la agresividad, ya que ella se relaciona directamente con la puesta de límites. Cabe señalar que el problema de la agresividad es uno de los trastornos que más invalidan a padres y maestros. Estos a menudo se enfrentan con niños agresivos, manipuladores o rebeldes pero también se enfrentan a no saber muy bien cómo deben actuar con ellos o cómo incidir en su conducta para llegar a cambiarla.

Las reacciones agresivas son innatas en el sujeto, son conductas normales y necesarias para la adaptación al entorno. Dichas reacciones se tornan patológicas cuando se repiten con frecuencia y se convierten en un estilo de conducta.

La definición de agresión alude a una dimensión de la conducta dirigida a procurar dolor o dañar de algún modo a otra persona u objeto.

Desde la teoría psicoanalítica se considera que la agresividad es innata y actúa precozmente en el desarrollo del sujeto, subrayando el complejo juego de su unión y desunión con la sexualidad.

En la última teoría pulsional propuesta por Freud (pulsiones de vida-pulsiones de muerte), la agresividad pasa a desempeñar un papel más importante y a ocupar un lugar diferente en la teoría.

Freud reserva el término pulsión agresiva para designar la parte de la pulsión de muerte dirigida hacia el exterior con la ayuda especial de la musculatura. (Laplanche-Pontalis, 1996)


Jul 20 2018

La puesta de límites en la niñez

El niño no distingue entre lo que desea y lo que es suyo. – Jean-Paul Richter (1763-1825); poeta alemán.

La adquisición de los límites en la niñez debe remitirse y pensarse como un proceso de construcción vincular. Los límites se transmiten y generan una marca de manera implícita. Cuando un niño aprende a hablar también está aprendiendo a respetar límites, ya que la adquisición del lenguaje implica la aceptación de códigos y reglas. Con el lenguaje el ser humano ingresa en una legalidad que lo trasciende, se reconoce como parte y heredero de un orden cultural.

Los primeros límites se establecen entre la madre y el bebé, estos serán el comienzo de un largo proceso de individuación y crecimiento. De una dependencia absoluta, la mamá variará la intensidad de su oferta pasando a una dependencia relativa.
René Spitz ha estudiado el papel de la frustración durante el transcurso del primer año de vida. En este sentido es importante que el bebé transite experiencias de placer y displacer para que se vuelva activo frente al mundo.

La aceptación de un límite implica pues la capacidad para tolerar la frustración que significa postergar el deseo, o bien desplazarlo para buscar una satisfacción socialmente permitida.

Se considera que los límites son necesarios e indispensables para la estructuración del aparato psíquico, estos pueden contribuir o en su defecto perjudicar la configuración psíquica. Con respecto a la función de los límites, esta debe ser contener, proteger y cuidar. Por lo que se entiende que aquellos límites que los padres brindan a sus hijos y que contribuyen a la configuración psíquica posibilitando al niño adaptarse mejor a las normas y límites sociales.

Resulta importante destacar la diferencia existente entre el establecimiento de los límites firmes, claros y los límites blandos. En referencia a los límites blandos su creador en su obra “Poner límites. Cómo educar a niños responsables e independientes con límites claros” R. J Mackenzie los caracteriza como “cuando no significa si, a veces, quizás”. Es decir, se le está diciendo no al niño, pero al no hacerlo con firmeza, el resultado es que el niño sigue portándose mal, no obedece, discute. (Mackenzie, 2006).

Establecer límites firmes no significa emplear castigos u otros métodos punitivos, sino al contrario, actuar con serenidad pero con firmeza y de manera consistente.

Los límites se aprenden en el núcleo familiar, puestos por los adultos que son afectivamente importantes para el niño. Por amor a ellos el niño los va a ir incorporando, aceptando transitar el difícil recorrido que es la regulación de los impulsos.

Los límites puestos en el hogar tienen que ver con los valores y la singularidad de cada grupo familiar, particulares a cada medio social y cultural. También son diferentes los límites puestos en las distintas etapas: Primeros años, pubertad y adolescencia.


Ene 21 2018

Cómo se define al niño desde la perspectiva psicoanalítica

Al ser el niño el protagonista es indispensable comenzar destacando la definición de niño que nos brinda el psicoanálisis.
Distanciándose de la psicología y la pedagogía que plantean a un niño evolutivo, que a cada momento le corresponde ciertos esperables, niño es un ideal evolutivo.

A diferencia de lo anteriormente expuesto para el psicoanálisis no se trata de un niño que está determinado por etapas evolutivas, sino todo lo contrario.

El niño, ya antes de nacer, porta los emblemas paternos, ésto marcará al nacido, que irá produciendo su subjetividad en los intentos de relación con el Otro (la referencia al Otro, es a quién está ligado al niño a partir de su crianza, padres, maestros, tutores).
Freud plantea al niño como un sujeto en vía de construcción. Esta conformación de su subjetividad requiere a su vez que el niño sea capaz de ir desatándose de las marcas del Otro.

Desde esta misma línea teórica la psicoanalista Françoise Dolto reconoce al niño desde su más temprana infancia como sujeto de sí mismo. A lo largo de su obra, dicha autora intenta sacar al niño de su estatuto de infante, cuya etimología significa aquel que no tiene derecho a la palabra.

Siguiendo el pensamiento freudiano, se piensa a la infancia como un periodo traumático atravesado por lo pulsional (el deseo de hacer) que desborda el aparato psíquico, pero a su vez lo constituye. En la infancia se producen movimientos de afectos importantes que llegan a desbordar al sujeto exponiéndolo a efectos traumáticos.

De acuerdo al concepto que los adultos tengan del niño así será esperado, libidinizado y sostenido afectivamente.

Haciendo un poco de historia, en la edad media socialmente no existía la categoría de niño o la misma era muy ambigua. Desde el registro especular se pueden observar pinturas de época donde los niños vestían como adultos, teniendo asignadas tareas dentro y fuera del hogar.

Con la llegada de la escolarización, que se inicia entre los siglos XV y XVI, se comienza a definir de qué se trata un niño, pero no cómo se trata a un niño.

De algún modo la educación hace a la norma, pero cinco siglos después hay algunos que siguen viendo a los niños desde la norma, obviamente desde el campo adulto, donde se va constituyendo el niño y con rigor. Cuando un niño no es lo esperado, desesperadamente se busca, de algún modo, normativizarlo como se desee, alienando al niño que no podrá actuar conforme a su deseo.